26 de febrero de 2009

La Trama I

Como los mosquitos alrededor de las farolas, pululaban los curiosos junto al cuerpo que yacía sobre el cesped. Parecía estar herido en el corazón, como si hubiese sido sacudido por mil demonios, abatido por el paso de una noche interminable. Miraba al cielo, sus brazos y sus piernas estaban abiertos, como dispuestos a dibujar un ángel en una nieve que se encontraba a muchos kilómetros de allí.
Era un chico que a penas podría contar los veinte años. Aunque de poca estatura, parecía fuerte, tenía el pelo corto y moreno, nariz aguileña y una boca extrañamente sucia, como tiznada con carbón. Tenía gesto serio y se podía advertir un ligero temblar que podría denotar cierto nerviosismo. Una lágrima se daba a la fuga por el rabillo de uno de sus ojos.
Por fin, uno de los mosquitos que por allí pululaban se agachó para tratar de reanimarlo. Puso su mano en el pecho y lo movió para ver si reaccionaba, pronunció algunas palabras y volvió a zarandearlo. El chicó abrió unos ojos negros tan cansados como hinchados por las lágrimas. Ni se inmutó al descubrirse en aquel lugar. Mirando al mosquito articuló las primeras palabras de la mañana.
- De... déjame, estoy bien - Hablaba sin conseguir vocalizar.
- ¿Qué te pasa? - dijo el curioso.
Pero el chico volvió a cerrar los ojos, apretándolos, desando que toda la gente que lo miraba desapareciese. Por fin el mosquito desapareció y el ángel tumbado en la hierba siguió durmiendo durante toda la mañana.
La Torre de la Calahorra se ubica en uno de los extremos del Puente Romano de Córdoba. Su piedra, relativamente blanca, respira historia. Fue la entrada sur de la ciudad hasta ser engullida cuando las casas invadieron su margen del río. Al otro lado del puente se alza la Mezquita y, a ambos lados de la ribera del río en la que se ubica la Torre, existe un cesped al que acude la gente para pasear u otros menesteres.
Allí, tumbado entre siglos, sobre el suelo por el que una vez el Guadalquivir arrastró sus aguas, un chico sacudía su cabeza entre sollozos. Se durmió siendo un niño y despertó con el peso del miedo sobre su espalda, peso con el que carga la madurez a los que la alcanzan. Se supo indefenso y vulnerable como el niño que ya no era.


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2 comentarios:

  1. pues espero la continuación, es lo q te puedo decir por ahora mosquito

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  2. Ea!! Aqui tienes mi comentario!! Contento?

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