30 de diciembre de 2010

Paloma y su pequeño rock and roll.

Mi vida, fuimos a volar
con un solo paracaídas.
Uno solo va a quedar
volando a la deriva.
"Paloma". Andrés Calamaro.


La habitación estaba oscura. Las noches en la cuarta planta del hospital eran mucho más tranquilas de lo que solían serlo en la unidad de cuidados intensivos. Él se permitió el lujo de cerrar los ojos. Había sido un día duro de trabajo y, pensando en ello, se acomodó recostándose en el butacón. Sin embargo, aun conseguía permanecer despierto. Llevaba puestos los cascos. El mp3 reproducía un disco una y otra vez. Eran ya semanas las que había estado enganchado a aquella música. Tranquila y sosegada, a la vez inquieta. Eran notas que gritaban sin gritar, que luchaban por salir sin tener esa necesidad para ser enormemente bellas.
El mp3 era de ella. Se lo regaló por su cumpleaños. El último que pasaron juntos de una manera más o menos normal. Cuando aun había esperanza o, mejor dicho, cuando aun no la necesitaban. El cáncer vino después y, con él, todo el proceso. El tratamiento, la lucha, el sufrimiento y, finalmente, la derrota. Porque esa era la realidad, la enfermedad los había vencido.
Habían pasado juntos todas las fases del duelo. A él siempre le pareció muy triste que también ella las tuviera que pasar, como un preso en el corredor de la muerte. El sabía que tendría que volver a pasarlas de una u otra forma. Porque el día en que ella ya no estuviese habría un nuevo cambio en su vida.
La mujer yacía en una cama luchando por seguir respirando mientras su marido finalmente había sucumbido al sueño ligero junto a ella, donde siempre estuvo. Nunca pudo ni supo hacer otra cosa más que estar a su lado.
En mitad de la noche, se escuchó un ruído que lo sobresaltó. Era su brazo, había caído por un lateral de la cama. Se levantó angustiado. Los cascos se desprendieron de sus orejas y del mp3 dejando que en el aire sobrevolara un pequeño rock and roll. Ella, boca arriba, había torcido el cuello. Su cabeza, su cuerpo entero estaba inerte.
Antes de salir a avisar a las enfermeras, suspiró triste. Siempre temiendo ese momento, siempre preparándose para cuando llegara e, igualmente, tenía un profundo pozo en su interior.
Mientras abría la puerta de la habitación, se percató de que del mp3 se desprendía una estrofa que, extraída de otra canción, sonaba dentro de ese pequeño rock and roll. Sin saber por qué, se dio cuenta de que tanto la estrofa como la canción mejoraban juntas. Como ellos.

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