23 de marzo de 2010

La Trama VI. El héroe.

Desde la lejanía, César descubrió una figura blanca entre el infierno que estaba viendo. Pensó que era un ángel atrapado entre las llamas. Una imagen celestial en medio de su caos espiritual. Aquella chica brillaba con luz propia. Como las abejas a las flores, como un toro al rojo, se acercó a ella instintivamente, sin pensarlo.
Estaba atrapada por una estructura metálica que se había desprendido del cuerpo del autobús. Eran un par de asientos. Pensó que tal vez pudiera moverlos con algún esfuerzo, pero sopesó las posibilidades de hacer daño a la chica en el momento en que consiguiera mover la carga. Decidió buscar algo para hacer palanca. Al echar un vistazo en derredor se percató de que el camión con el que el autobús había colisionado llevaba ramas y troncos de árbol.
No sin dificultad, consiguió acercarse a la parte trasera del vehículo y hacerse con unas piezas de madera que le parecieron lo bastante resistentes como para llevar a cabo su propósito de manera satisfactoria.
Entre las llamas, el calor era sofocante y el largo camino que había recorrido aquella tarde le estaba empezando a pasar factura. Colocó un pesado y grueso tronco junto a los asientos y lo usó para apoyar la rama que usaría como palanca. Pero la fortuna quiso que al llevar a cabo su idea, la rama se partiese y diese con sus costillas en el suelo.
Al abrir los ojos, después de la caída, se descubrió junto a una barra metálica lo suficientemente larga. Se quitó la camiseta y la uso para no quemarse con el metal incandescente. Volvió a efectuar la misma operación pero esta vez la barra metálica resistió el esfuerzo y consiguió liberar a la chica.
Se acercó a ella y trató de comprobar si respiraba. Estaba viva. Entonces se dio cuenta de que nada podría hacer por ella más que esperar ayuda. Se vio dirigiendo miradas a su alrededor en busca de algún salvador pero el accidente era demasiado reciente y las ambulancias aun no habían llegado. Veía a gente desesperada usando sus teléfonos para ponerse en contacto con los servicios de urgencias.
Sin embargo, la autovía ofrecía una salida justo a su lado. Ésta permitía el acceso al pueblo que tenía encima de su mirada. Recordó a su hermana y la vio en la chica. Un halo de heroicidad acudió a su alma. Sintió que las fuerzas volvían a sus brazos y piernas.
- Cargaré con ella – se dijo – Puedo hacerlo.
Se agachó para recoger aquel delicado cuerpo. Quedaba un camino muy duro. Pero antes de que sus manos tocasen a la herida, descubrió que no iba a hacer falta recorrerlo. Una voz se deshizo en el aire humeante una vez hubo alcanzado sus oídos.
- ¡Eh, tú! ¡Espera! - Desde un coche, alguien le observaba.



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