21 de septiembre de 2010

Horizonte.

El horizonte es algo intangible, infinito, lejano. Lo paradójico de esto es que lo tienes siempre delante. Si un día quieres ir al horizonte solo tienes que empezar a andar. Una pierna delante, apoyas en ella el cuerpo y adelantas la otra. Parece fácil pero cuesta dar ese primer paso. Esos primeros pasos. Como en un día de nubes y claros en el que nunca rompe a llover, las piernas nunca se terminan de soltar.
Miedo a las dificultades, a los problemas, a descubrir que no eres capaz o simplemente pereza. Surgen miles de excusas antes de ir a descubrir si hay algo más allá de dónde te alcanza la vista. A todo el mundo le pasa, es hasta normal.
Sin embargo, a mi me resulta aburrido. Siempre en el mismo sitio, mirando a todos lados, disfrutando de los mismos paisajes que se dibujan a tu alrededor mientras ves a algunas personas que se dirigen hacia ellos o que ya hace tiempo que se perdieron más allá de lo visible. Y tú ahí sentado, esperando a que te lleven, a que ocurra algo cerca de ti. Termina uno conformándose con cosas que son especiales dentro de la normalidad que te circunda. Eso no es vida. Eso es conformarse, aburrirse.


"¿Y el camino?", me dirás.


El camino es una hoja en blanco en la que vamos a dibujar un nuevo horizonte.


Pd.: Igual me faltó esto aquel día.


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18 de septiembre de 2010

Va de comedias.

Una comedia es aquello por lo que uno lucha para poder reírse. Está llena de enredos, entuertos, malos entendidos y finales más o menos coherentes con lo que Disney nos contó que debe ser la felicidad.
Un amor consumado en una pareja unida -si es estadounidense, mejor casada y por la iglesia-, el nacimiento de un hijo sano y fuerte, una graduación, el primer beso o la pérdida de la virginidad suelen ser temas asiduos en una comedia. Prometen risas y carcajadas, y hasta pueden conseguirlas.
Todas las comedias son diferentes. En realidad, unas son más diferentes que otras, pero todas pretenden tocar un perfil nuevo de la historia que se está contando. El baile de fin de curso, la relación a distancia, el sometimiento del amor en beneficio del trabajo... Siempre se puede buscar a un nuevo perfil de personaje e incrustarlo dentro de cualquiera de estas recurrentes situaciones, y siempre resultará una nueva y desternillante comedia...
¿He dicho nueva y desternillante?
Lo cierto es que cuando a lo largo de tu vida has visto ya muchas comedias uno se hace como inmune a las mismas. Los chistes de siempre empiezan a hacerte menos gracia, lo que antes te sacaba unas buenas carcajadas ahora solo consigue que esboces una furtiva sonrisa. En las comedias los chistes se repiten de una u otra forma. ¿Acaso nadie ha visto una película, la que sea, en la que un protagonista se prueba modelitos en un probador mientras otro pone caras de circunstancias según qué ropa salga vistiendo el primero?
Y mira tú por donde, voy a hacer ahora en este post lo que voy a dar en llamar "un punto de inflexión".
Porque todo este rollo de las comedias viene a cuento de que con algunas personas me pasa como con las comedias, que cuando empiezo a saber de qué palo van empiezan a dejar de interesarme. Y esto puede ser debido a que, conforme pasan los años, estoy empezando a clasificar a las personas. Ya se que esto de la clasificación tiene pinta de no ser un gesto muy acertado y tal vez sea bastante frío y calculador. Es posible, pero me explico:
Uno conoce a una persona, la examina, descubre sus gustos, sus aficiones, sus gestos, su seguridad y/o inseguridades, sus bromas y su aspecto moral. Puede parecer mucho, pero puedo asegurar que con 15 minutos de conversación que no sea banal con cualquier ser mortal y siendo un poco observador, se puede llegar a decidir desechar o no la intención de conocerla. Y en eso consiste la clasificación, en ver o no ver una película; en acertar, en poco tiempo, con qué persona quieres o no quieres mantener una relación que vaya más allá del lenguaje fáctico.
Es muy sencillo. Es más, creo que todos lo hacemos de una u otra forma. Primero vemos, después escuchamos y por último decidimos.
La mayoría de las comedias ya me aburren. Siempre, o casi siempre, parten de un lugar idílico, donde todo es perfecto y el protagonista es feliz. Después algo pasa con el personaje principal. Generalmente es un nuevo objetivo y, en ocasiones, puede ser la subsanación de un problema. Y al final el personaje vuelve al estado de felicidad máxima pero elevada al cuadrado ya que todo lo acontecido ha salido a pedir de boca.
Las "personas-comedia" a las que me refiero, son generalmente simpáticas y extrovertidas; hablan mucho de cualquier cosa; creen saber (y a veces incluso saben) de todos los temas que tú puedas conocer -aunque lo corriente es que orienten la conversación intencionadamente hacia temas que dominen, cosa que muchos otros también hacemos ¡qué coño!-; y por último, y como dato más característico, no tienen ningún pudor por la vida privada de nadie -salvo por la suya propia, claro está-. Porque ahí radica su gracia. Se podría decir, dado que son proclives a hablar de otras personas a sus espaldas, que tienen la gracia en el culo.
Y sí, a mi me gustan algunas comedias, las de Woody Allen, por ejemplo. Es cierto que si me ponen una comedia de esas, me la miro. Acepto el hecho de que me pueda gustar un tipo de personas-comedias más que otras, aunque no lo concibo a día de hoy a nivel práctico. Supongo que debe ser por el tema de las repeticiones. Porque cuando ves una misma comedia por segunda vez, a uno le viene a la cabeza el "ésta ya la he visto" y va, con prejucios, a la búsqueda de la misma comedia en versión mejorada... al final terminas dándote cuenta de que te estás aburriendo porque, ya sea la comedia mejor o peor, "ésa ya la has visto".