21 de septiembre de 2010

Horizonte.

El horizonte es algo intangible, infinito, lejano. Lo paradójico de esto es que lo tienes siempre delante. Si un día quieres ir al horizonte solo tienes que empezar a andar. Una pierna delante, apoyas en ella el cuerpo y adelantas la otra. Parece fácil pero cuesta dar ese primer paso. Esos primeros pasos. Como en un día de nubes y claros en el que nunca rompe a llover, las piernas nunca se terminan de soltar.
Miedo a las dificultades, a los problemas, a descubrir que no eres capaz o simplemente pereza. Surgen miles de excusas antes de ir a descubrir si hay algo más allá de dónde te alcanza la vista. A todo el mundo le pasa, es hasta normal.
Sin embargo, a mi me resulta aburrido. Siempre en el mismo sitio, mirando a todos lados, disfrutando de los mismos paisajes que se dibujan a tu alrededor mientras ves a algunas personas que se dirigen hacia ellos o que ya hace tiempo que se perdieron más allá de lo visible. Y tú ahí sentado, esperando a que te lleven, a que ocurra algo cerca de ti. Termina uno conformándose con cosas que son especiales dentro de la normalidad que te circunda. Eso no es vida. Eso es conformarse, aburrirse.


"¿Y el camino?", me dirás.


El camino es una hoja en blanco en la que vamos a dibujar un nuevo horizonte.


Pd.: Igual me faltó esto aquel día.


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3 comentarios:

  1. Uno no se puede aburrir en su propio horizonte, hay que intentar alcanzar siempre otros, o al menos cambiar el paisaje de dentro.

    Si te aburres mueres

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