1 de junio de 2010

La Trama IX. Al despertar.

El intransigente latido persistía gracias a sus esfuerzos. La noche había transcurrido eterna, alternando sonidos y silencios. Seguía viva sin saber muy bien dónde. Al atardecer, se había apagado la luz, sus ojos cedieron. Luego, alguien la cogió. Después sonidos, voces y otra vez el motor de un coche. Cuando todo se detuvo, abrió los ojos y sólo encontró oscuridad, sólo una habitación.
Uno a uno, Laura fue contando los latidos. Sístole y diástole. No quería que su corazón se detuviera, quería estar despierta, seguir viva. Pretendía estar así toda la noche, cuidándose...
Cuando abrió los ojos por la mañana descubrió que seguía viva a pesar de no haberlo conseguido.
Todo lo que vió era blanco. El techo, las paredes, la puerta de salida... todo excepto el bordado de las sábanas: "Hospital Universitario Reina Sofía", decía. Había vuelto a Córdoba.
"Perfecto", pensó. Tenía que estar en Sevilla por la tarde para recoger el encargo de su tío. Además, no iba a tener tiempo para estudiar y los primeros exámenes se le iban a echar encima.
- Buenos días - Una voz apareció precipitada desde detrás de la puerta.
- Buenos días.
El chico era un enfermero que parecía tener prisa por pasar la revista de rigor a todos sus pacientes.
- ¿Qué me ha pasado? - preguntó ella.
La miró y sin decir nada cogió una libretita de su bolsillo.
- Habitación 522, paciente con contusión en la cabeza.
Laura suspiró. Le había contado lo obvio. Quería saber cómo estaba y, si no estaba grave, poder irse cuánto antes. Conseguir un permiso en el trabajo no era nada fácil y quería aprovechar el fin de semana de descanso para estudiar.
El enfermero no se dió por aludido a pesar de que el disgusto de Laura era más que apreciable. Salió de la habitación tan rápido como pudo. Sin embargo, se pudo escuchar que se detuvo antes de cerrar la puerta. Apareció de nuevo con un ramo de rosas blancas en la mano.
- Han dejado esto para tí. Tiene una tarjeta. - Hizo ademán de entregársela.
Laura alargó el brazo descubriendo que podía moverse con facilidad.
- No estaba cuando entré. Es curioso, igual no es para tí. - Laura le atravesó con la mirada y el chico se dio la vuelta y se marchó dándose a la fuga de una conversación bastante incómoda.
Ya estando sola, abrió la tarjeta. "Tranquila princesa, ya voy yo. Tú cuídate. Tu tío Damián." Laura se recostó fijando la mirada en el blanco del techo.
- Así mejor, tenías que haber ido tú desde un principio - Ni sabía nada, ni quería saber de sus asuntos.
Cerró los ojos y, al tratar de relajarse, empezó a recordar el espantoso accidente de la noche anterior.


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