10 de julio de 2009

El darse cuenta

Escondidos en un majestuoso y ondulado paisaje, laberintos de obsesiones se clavaban en las mentes de dos infelices martirizados por las vidas que les había tocado vivir. A cambio, toleraban sus respectivas presencias atrapados por el misterio del descubrimiento mutuo. El silencio, como invitado de excepción, contemplaba la escena iracundo, clavando puñales con forma de agua de lluvia.
El menor sacudía su cuerpo de atrás adelante con la mirada clavada en el gris del cielo. Temblaba de vez en cuando y respiraba de forma entrecortada. El mayor se encontraba a su lado, cabizbajo, reuniendo la valentía suficiente para pronunciar dos simples palabras.
- ¿Me perdonas?
Un trueno inundó sus palabras haciéndolas casi inaudibles. El niño recurrió al silencio como respuesta, calmando una ira inútil, midiendo su respuesta durante unos interminables minutos.
- Arréglalo.
El mayor supo que si no conseguía hacerlo podría despedirse de su vida.

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