31 de diciembre de 2012

El monje de Los Cobos.

- ¿Estás segura de que no nos conocemos de antes?
La miraba a la cara, sonriente y sin complejos, pero los pistachos que tenía por ojos me atravesaban con una mirada de esas que fulminan. Ni siquiera se volvió del todo para contestarme, no le hizo falta, las esmeraldas que tenía en la cara hablaban por ella.
- Mala frase para ligar ¿verdad? - Traté de mantener la sonrisa.
- ¿Tú qué crees? ¿Te ha servido con alguien? - Dos frases; y encima son preguntas. ¡Bingo!
- No se me ha dado bien nunca. A mi es que se me da mejor hablar, contar mis mierdas, batallitas, historias y demás...
Seguía mirándome de reojo, sin moverse. Pero sus ojos eran ahora diferentes. Más claros, más grandes, más... ¿bellos? Ni siquiera me fijé en si sonreía. ¿Había más luz en el bar? Su mirada iluminaba las pocas mesas que teníamos alrededor. Estaba sumergido, casi ahogado.
El local estaba a punto de cerrar. El ambiente era frío, casi invernal. Fuera caía una lluvia mortecina que calaba hasta los huesos. El local apestaba tanto a humo de tabaco que había empezado a toser nada más entrar. No había nadie conocido a la vista. Media hora después ya me iba, pero antes había decidido probar suerte.
- Cuéntame un cuento. - Me dijo para que me callara, supongo. Estaba hablando demasiado. Se había vuelto hacia mi y me miraba pícara, casi retándome.
- ¿Un cuento? - Estaba boquiabierto ¿Se estaba riendo de mi? Nunca lo supe.
- Un cuento, una historia... algo. A ver si eres capaz. - Achinó los ojos y sonrió con malicia.
- Bueno. - Me envalentoné: "Me la juego", pensé. - Dame cinco segundos. 
- Si no la tienes en cinco segundos me voy. ¡Uno!
Dirijí mis ojos hacia el techo. Traté de abstraerme.
- ¡Dos!
Inventarme algo y que encima quedase bien era imposible en cinco segundos. 
- ¡Tres!
Busqué en mi memoria alguna que ya hubiese contado. Nada. Sus ojos, mis nervios...
- ¡Cuatro!
Leyendas, historias, medias verdades... ¿La del monje?
- ¡Cinco!
No había tiempo, la del monje.
- La del monje.
- ¿Qué?
- "La leyenda del monje de la curva de Los Cobos".
Una sonrisa radiante que casi me deja ciego se dibujó en su cara. Apoyó los codos en la mesa y se puso las manos en las mejillas. Aspiré su perfume. Ya no olía a tabaco en ninguna parte del local.

***
Hace mucho, mucho tiempo, al norte de una comarca cordobesa conocida como Campiña Sur, existió una congregación eclesiástica de jesuitas que era propiedad de la mayor parte de los territorios de la zona.
Los jesuitas estuvieron en esas tierras hasta que, allá por el siglo XVIII, a un ministro de Madrid al que llamaban Esquilache, se le ocurrió la idea de impedir que los hombres pudieran vestir capas largas y sombreros de ala ancha. Esta medida provocó tal malestar entre la población, que ya estaba bastante nerviosa a causa del hambre que se pasaba en esas fechas, que se produjo un motín en Madrid. El motín fue atajado pero una de sus consecuencias fue que los jesuitas salieran del país ya que se les culpó a ellos de instigadores de la sublevación popular.
Pues bien, no todos salieron del país. Un reducto de monjes jesuitas quedó oculto el tiempo, rindiendo culto a Dios a su manera. Tal es así que se dice que en cierto momento -no me preguntes cuándo- la ideología de estos monjes se desvió a puntos que no coincidían con los que marcaba ninguna de las religiones conocidas. Esta agrupación de monjes ha evolucionado con el paso del tiempo y me atrevería a afirmar que hoy en día aun se mantiene algún tipo de sociedad secreta oculta en alguna parte de la Campiña.
Sin embargo, no hay pruebas que me permitan confirmar esta teoría. Lo único que te puedo contar es que se comenta en muchos círculos de las poblaciones del norte de la comarca que varias veces se ha visto a una persona ataviada con el hábito de un monje deambular por los alrededores de Los Cobos, a mitad de camino entre las poblaciones de La Guijarrosa y Monte-Alto. Es un lugar rodeado de olivares y atravesado por una carretera que deja en uno de sus márgenes el cortijo que da nombre a esa zona y, tambien, a la curva junto a la que se ubica.
Los más enterados de este asunto cuentan que al monje siempre se le ha visto de noche; que aparece cuando no hay Luna, llevando en una mano un candil que le hace tenuemente visible y en la otra una especie de palo alargado que usa a modo de bastón aunque su longitud es incluso superior a la altura de este personaje. Hay quien dice que no se trata de un palo sino que es una guadaña; otros que se trata de un hacha; y otros dicen que lo que el monje porta es una espada.
También existen otras voces que afirman que en una ocasión no vieron a un monje sino a un hombre vestido con una capa que le llegaba hasta los tobillos y con un sombrero de ala ancha que le ocultaba el rostro.
Cuenta la leyenda que en los alrededores de la curva de Los Cobos existen los últimos vestigios de una sociedad secreta que fue fundada por jesuitas que se mantuvieron en España tras su expulsión. Se dice que durante más de doscientos años han influido en la vida política y económica del país, ejerciendo una fuerte influencia en la provincia.
Se afirma que en un momento indeterminado del siglo XX algo ocurrió que hizo que los herederos de la sociedad fundada por los jesuitas desaparecieran de la zona. Solo queda un último representante de aquella sociedad que guarda y defiende con su vida todos los vestigios materiales e inmateriales que hay escondidos en estas tierras. Todos estos secretos están guardados en los alrededores de Los Cobos, ocultos durante siglos en lugares con los que nadie nunca debe tropezar; aguardando la vuelta o la regeneración de una sociedad secreta que vuelva a dominar y dirijir el destino del mundo que nos rodea. 
Existen personas que dicen que aquel que se atreva a buscar por los alrededores algún tipo de tesoro etéreo se encontrará antes con el monje que con cualquier otra cosa. Cuentan que si algún día se mostrase, es imposible saber con certeza lo que podría llegar a hacer porque nadie reconoce haberlo visto nunca de cerca.
Sin embargo, dice la leyenda que el monje no es amistoso y que conviene no pasar en Los Cobos más tiempo del estrictamente necesario en las noches en las que no hay Luna.

***
- Esta noche no hay Luna. ¿Te apetece que vayamos a ver las estrellas? - Prometo que lo que pretendía con aquello era únicamente pasar más tiempo con ella.
- No. - Me miró con cierta desconfianza aunque sin perder la sonrisa. - Creo que me iré a casa.
Se levantó y se fue. En mi mente un pensamiento: "Me gusta esa chica".


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8 comentarios:

  1. ¿Existe esa historia en realidad? porque está contada de tal forma que parece que es cierta y nos cuentas una leyenda urbana ya escrita.

    ¿Sabes? En mi bar no había humo, pero por un momento he imaginado esta historia en la mesa de al lado.

    Yo si hubiera sido ella, también me hubiera ido. jaaja.

    un besote guapo y feliz año.

    pd: cada día disfruto más leyéndote

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    1. Existe una leyenda urbana que dice que un monje se aparece en ese cortijo de vez en cuando. Es lo único que se. El resto es inventiva total jeje.
      Como extra te diré que los sábados por la noche de hace ya algunos años, unos chavales se apostaban ocultos en el cortijo y se dedicaban a asustar a la gente que pasaba por la carretera cubiertos por una manta... Pero esa es otra historia, aunque más real ;).

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  2. Hay un momento en que sucede, no sé exactamente en cual pero hasta que termino la lectura de tu relato no caigo en que lo estaba realmente leyendo, porque sentí como si lo escuchara, como asistiera a su narración, y con esta luna llena (suspiro de alivio) que veo tras el balcón, casi que tal narración tuviera lugar en alguna era de la campiña :)
    Porque está muy bien contado sabiendo mezclar los datos históricos con la leyenda sin que en ningún momento pierda su condición de cuento, ni el relato la suya.

    Y gracias por rescatarnos ese patrimonio que solo su transmisión así mantiene con vida.

    ¡Feliz comienzo de año!

    *Lo de no poner nombres fue porque era una persona contra el mundo

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  3. ¡Qué pena que no acabasen juntos los dos! je, je. Eso sí, me pasa como a Jara, yo también hubiera salido por patas ante un intento así de ligoteo.
    Tu leyenda me ha dejado intrigada de verdad. Besotes.

    ¡FELIZ 2013!

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  4. En vez de ver las estrellas tenia que haberle pedido una segunda historia, esta vez que la contara ella ;)

    Me ha gustado, a veces no es fácil meter una historia dentro de otra y tú lo has conseguido ^^

    bessos!

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  5. Menuda super historia. Yo no sé lo que habría hecho, aunque la verdad es que la historia impone un poquito ¡Je,je! Está super bien hecha, trazada... Me gustó hasta a mí y todo, escuhcar la leyenda del propio personaje. ¡Ay! Je,je! Ya veo que te inspiraste en el monje y lo transformaste a su manera, que no te oiga, que no te oiga para que no sea igual, es que da mucho yuyu pero, la historia está muy bien. Me encantaría saber aún más cosas de ese monje, si tuviera coche y no fuera tan imponente como lo describes... quizás podría intentar investigar algo, si el miedo no me come ¡Je,je! Que esa es otra.

    Un saludito :)

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  6. hola, me llamo Alejandro, soy nuevo en tu blog, también soy escritor de relatos cortos (o lo intento)
    De momento solo he leido este relato. Me gusta mucho el estilo con el que cuentas las dos historias. La leyenda es inquietante y estremece según vas leyendo.
    El final del relato me ha gustado pero me ha dejado como a medias, como si fuera un primer capitulo de una novela, con ganas de más, de saber que pasará entre ellos.
    Un abrazo

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  7. Como comentaban, parece una leyenda más de las que acontecen en el imaginario popular. De hecho hubo un momento que pensé que él era el monje y menos mal que ella se marchó.

    Un buen relato. Un abrazo.

    Nos leemos cuentacuentos.

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