
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
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Todo sería diferente si inventáramos la manera de sonreír sin pensar en nada. La solución radica en crear soledad en el sentimiento de culpa y en el miedo. Si los aíslas será el comienzo de la libertad, y con la libertad vendrá la sonrisa y tras ella, generalmente, se esconde la felicidad.
Pero la felicidad no se mantiene, es fugaz, es breve, es un momento estelar dentro de un cauce lleno de momentos que emanan de una tierra áspera y cruel. Porque de las personas no se puede esperar otra cosa que no sea su propio interés. Es de ahí de donde parten todas y cada una de sus acciones. El trabajo para la autorrealización, para alcanzar la felicidad. No ayudamos, ayudamos porque nos ayudamos.
Y sin embargo, suelo confiar en las personas, incluso demasiado.
...Os lo contaré aquí, pero os aviso: no es mi estilo soltar una parrafada a cerca de verdades universales teorizadas en el nombre de la lógica o la razón. Acudí al bar con la intención de matarle. Estaba apoyado en una butaca, junto a la barra. Conversaba entre risas con dos o tres amigos. Fumaba Chester. Ocultaba su cuello con una rebeca negra de cremallera que le llegaba a cubrir parte del pelo. Corto, castaño. Él no me conocía y no iba a reconocerme, así que lo miraba sin descuido, como mira un depredador a su presa. Media hora después estaba muerto. Podría describir todo lo que pasó durante esos minutos. El cuchillo, la sangre, los gritos... Pero mi mente aun no ha terminado de ordenarlo todo. Fue todo muy rápido, como un suspiro. Sí recuerdo perfectamente la tarea de limpiarlo todo para ocultar el hecho. Comprobé que la sangre fresca sale muy bien de la tela, sólo deja un suave cerco en el perímetro de lo que fue la mancha. Pude salir del lavabo sin dejar a penas huellas en mi ropa ni en el suelo. Cargué con él y lo enterré donde había previsto, sin ningún sobresalto. La tumba estaba intacta y la pala donde la había dejado. Deposité el cuerpo inerte en el agujero y eché toda la tierra encima. Lo encontraron a los tres días. Como lo enterré en un terreno que pertenece a su familia es poco probable que encaminen la investigación hacia mi. No creo haber dejado ninguna pista. Nadie me vio aquella noche, el pueblo estaba desierto, llovía y hacía frío. Nadie pudo verme. Fui muy cuidadoso. Creo que los familiares ni siquiera notaron su falta. Ahora ya nadie ocupará su lugar. Es mejor así, ¿cómo podía no querer su vida? Daba tanta rabia observar con envidia su vida y ver que él no se sentía privilegiado... ...pero no es mi estilo soltar una parrafada a cerca de verdades universales teorizadas en el nombre de la lógica o la razón. Ni siquiera me parece buena idea... |